Hace poco, en el transcurso de una reunión de coaching organizacional y competencias personales con la directiva de una empresa, me llamó la atención que todo aquello sobre lo que quería trabajar se encontraba relacionado con el “hacer”, es decir, planes de desarrollo, acciones concretas acerca de asuntos operativos, etc. Cosa que, por otra parte, era totalmente lógica dado que su empresa me había contratado para trabajar enfocados hacia unos objetivos que previamente habíamos desarrollado y establecido, así como identificado sus correspondientes KPI’s.

Reunión tras reunión, curiosamente ninguno de los resultados a perseguir en el proceso de coaching organizacional estaban relacionados con el “ser” y el bienestar de las personas, siendo uno de sus objetivos últimos, reducir el nivel de estrés y disfrutar del trabajo. Es revelador como nos han inculcado que a través de lo material podemos dar respuesta a necesidades más profundas.

Recuerdo cómo en uno de nuestros encuentros sobre coaching organizacional, compartí con ella mis observaciones especialmente enfocadas a sus competencias personales y su bienestar, y tras un silencio, me miró y pude ver cómo su expresión se transformó: tanto centrarse en su trabajo, que se había olvidado de sí misma, fue su momento “Eureka”. En ese instante y en el mismo listado donde estaba anotando sus compromisos para con su trabajo, anotó: “Todos los días cuando llegue a casa al salir de la oficina juego con mi hija a lo que ella quiera para que sienta que es lo mejor de mi vida y sentirnos felices juntas”. Es difícil describir con palabras el sentimiento de gratitud que tengo hacia ella desde entonces por haberlo compartido conmigo.

Cuando afirmo que no existe una vida profesional y otra personal, es en base a este tipo de situaciones. Cuando en el transcurso de las reuniones sobre coaching organizacional con mis clientes, llegan a ese punto de inflexión en el que toman consciencia de aquello que para ellos es auténticamente relevante y que potencian, no solamente sus competencias personales sino también su bienestar dentro y fuera de la empresa.

En el ámbito laboral tradicionalmente se han asociado los aspectos materiales al buen desempeño, aún hoy día hay empresas que consideran una práctica pionera ligar “bonus” y compromiso, en una versión moderna del palo y la zanahoria.

Es evidente que en la actualidad las Personas profesionales cuentan con una excelente preparación técnica y además, y éste es su punto de inflexión, quieren conocerse mejor así mismas y a quienes les rodean. El coaching organizacional sabe esto así como que para aumentar el rendimiento de las Personas, el camino pasa por comprenderlas, por dejar de ser jefes para ejercer un liderazgo inspirador, motivar para que den lo mejor de sí mismas. La clave reside en crecer como Personas, identificando y superando sus propias resistencias y competencias personales y lograr el bienestar en la empresa.

Tal y como se pregunta Sir John Whitmore:

“¿Podría ser que la profesión de coach haya aparecido y se halla desarrollado tan rápidamente en sólo veinticinco años porque satisface la necesidad general de responsabilidad personal que, al fin y al cabo, es la principal aportación del coaching?”

Se impone el reto de desarrollar las competencias personales y el bienestar de las Personas para sacar su máximo rendimiento al potencial latente. Lo cual tiene un reflejo directo en los resultados de las Organizaciones. Algo que ya conocen y con la incorporación del coaching organizacional, ya aplican las empresas de referencia a nivel mundial.
Resulta paradójico que con toda naturalidad se considere fundamental la aportación de un coach para cualquier deportista que pretenda ganarse la vida como tal y aún sorprenda el concepto de coaching para organizaciones y otros ámbitos.